No fue un rocanrolero ni era un jóven adolescente cuando la moda del rocanrol en México pero es uno de los mejores trompetistas de jazz que ha dado México. Les dejo esta reseña, mas que increíble. Saludos: GZ
El relato es de Pepe Morán, su hijo y también jazzista destacado, y del virtuoso Roberto Betuco Arballo, quienes recuerdan emocionados la visita que el músico norteamericano hizo a México en la década de los 80.
Marsalis, quien marcó la década de los ochenta con su espectacular irrupción sobre los escenarios jazzísticos del mundo, fue invitado por el gobierno mexicano a impartir algunos talleres de música, con énfasis en la ejecución de trompeta, su instrumento de dominio. Acudieron estudiantes y músicos en activo a los que el genial trompetista escuchó pacientemente, sin alterarse, impartiendo consejos para mejorar la técnica y explorar nuevos sonidos.
El entonces joven talento, quien incursionó en el jazz desde los 8 años de edad, llegó a México con un estupendo cartel, pues había colaborado con grandes leyendas del jazz como Sarah Vaughan, Dizzy Gillespie, Sweets Edison, Clark Ferry y Sonny Rollins. Al fondo del auditorio estaba el último asistente al taller, embarrado en la butaca, con la trompeta sobre las piernas, desganado, indiferente, que bajó al escenario cuando uno de los asistentes del músico invitado le preguntó si bajaría a mostrar sus habilidades.
Aquel hombre delgado, elegantemente vestido, influenciado por la moda “tintanesca”, bajó con calma desesperante, se posó en el escenario, se puso el instrumento en la boca y se aventó un fragmento de “Pianola”, composición de su inspiración que años más tarde le abrió las puertas de Europa y Oriente. Marsalis, quien después ganó 9 premios Grammy, se quedó clavado al piso, dejó de respirar y enajenado escuchó al legendario “Chilo” Morán. “¡..Se le cayeron los calzones…!
Marsalis, su amigo entrañable desde entonces, dijo: “así se toca el jazz, con fuego, con alma, sin alardes; no se necesita de virtuosismo, sino de corazón, así como lo toca el maestro Chilo..”
Las de nuestro querido Chilo Morán y Marsalis son historias semejantes con finales diferentes. Ambos fueron introducidos a la música desde niños por sus padres, también músicos destacados. Ambos fueron “envenenados” por el jazz y ambos buscaron en los sótanos del género formas de comunicar los sentimientos de la humanidad más allá de las palabras, rompiendo las fronteras limitadas del idioma
El contrastante final de ambos radica en la cultura desigual de nuestros pueblos. Marsalis fue reconocido por la prestigiosa revista “Time Magazine” entre las 25 personas más influyentes de EE.UU y en 1997, dos años antes de la muerte del sinaloense, fue el primer músico de jazz que ganó el Premio Pulitzer en la categoría musical con el disco “Blood on the Fields” (Sangre en los campos), una oratoria épica sobre la esclavitud.
Nuestro “Chilo”, con iguales o mayores méritos, solamente recibió un modesto homenaje en el teatro Ángela Peralta y se le recuerda y olvida, al alimón, como uno de los padres del jazz en México. Nació el 19 de noviembre de 1930 en el pueblo serrano de Concordia, Sinaloa. Hizo sus estudios primarios en Acaponeta, Nayarit, y a los doce años era ya primera trompeta en la orquesta de don Genaro Morán, su padre.
Al cumplir 18, emigró a la ciudad de México e ingresó a la Escuela Libre de Música, donde estudió solfeo con los maestros José Francisco Vázquez, Juan León Mariscal y Humberto Hernández.
Para sobrevivir en la entonces “región más transparente del aire” desempeñó varios oficios que apenas le daban para comer y pagarse los estudios. Después de muchos sufrimientos, integró su primera orquesta en 1951 y 4 años después, junto a Mario Patrón y otros excelentes músicos, grabó el primer disco de rock and roll en México, acompañando a la sensacional Gloria Ríos.
A partir de entonces, formó parte de las orquestas de Arturo Núñez, Ismael Díaz, Luis Alcaraz, Agustín Lara y Pérez Prado, con quien grabó su primera improvisación, la pieza “Pianola”, que le abrió las puertas de Europa y Asia. A su regreso de una gira con “El cara de foca”, inauguró el “Rigus”, donde se presentaban Víctor Ruiz Pazos, Mario Patrón y Tino Contreras, entre otros. Sin embargo, su faceta empresarial fracasó “pues el jazz en México no da para comer, mucho menos para sostener un proyecto de este tipo”, dijo. Luego abrió otro templo del jazz que también cerro “porque la musical y empresarial son actividades incompatibles”, reconoció.
Regresó a lo suyo como primera trompeta en la orquesta de Agustín Lara y solista en la de Chico O’Farrill, Henry Mancini, Paul Muriat, Sergio Méndez, Jerry Lewis y Frank Sinatra.
- ¡Abrió Bellas Artes!
A fuerza de insistencia, y bajo la idea de que el jazz es un género tan respetable como la ópera o la música de Mozart o Beethoven, logró que el suntuoso y discriminador Palacio de Bellas Artes, abriera sus puertas en 1962 para que por primera vez en su historia se presentara un grupo formal de jazz, dirigido por el sinaloense.
Cinco años más tarde realizó una gira por Estados Unidos, incluyendo Las Vegas, San Francisco, Chicago y Nueva York. Le acompañaron Lenny Andrade, como voz solista; Mario Patrón, en el piano; Víctor Ruiz Pazos, en el bajo; Rodolfo “Popo” Sánchez, en el saxofón alto; Javier Zainos, en la batería; y el “Negro” José de Jesús Muñoz, en las percusiones. El éxito fue completo. En 1980 fue contratado por la orquesta de Paul Mauriat para presentarse en países asiáticos y participó en el festival “Los Internacionales del Jazz”, alternando con otras leyendas mundiales del género.
Un tanto desanimado ante la poca respuesta de la sociedad mexicana hacia el jazz, inició una etapa como arreglista de diversos cantantes de baladas, como José José y Emmanuel. Pero aunque le fue muy bien económicamente, su pasión pudo más y en 1991 regresó al jazz haciendo un dúo magnífico con el pianista Leonardo Corona, con quien grabó el disco “Mexican Favorites”, una serie de arreglos en tiempo de jazz a temas populares mexicanos como “Negra Consentida”, “La Panchita” o “Cuando vuelva a tu lado”.
Gracias a su intervención, la UNAM realizó ciclos sobre el tema y, bajo su patrocinio, se organizaron festivales en Ciudad Universitaria. También participó en la prolífica industria cinematográfica y en la incipiente televisión. Colaboró como músico y actor en cintas de Tin Tan, “El Santo, el enmascarado de plata” y en la película “La Fuga de Carrasco” en 1987, así como en la telenovela “Si Dios me quita la vida”, al lado de Daniela Romo. En 1983 fue nombrado hijo predilecto de Concordia y al año siguiente el Gobierno del Estado de Sinaloa, DIFOCUR y el Ayuntamiento de Mazatlán, le rindieron un merecido homenaje. Un año antes de morir, recibió la medalla “Mario Ruiz Armengol”, máxima presea que otorga el Sindicato Único de Trabajadores de la Música.
En entrevista con el diario La Jornada en 1986, reproducida por Alain Derbez en su libro “El Jazz en México”,hizo una breve reflexión sobre la pobre difusión que los medios masivos mexicanos hacen del jazz: “antes si me sentía mal, pero hoy acepto que en nuestro país la educación musical no es como los músicos quisiéramos. Además, la gente no tiene la culpa ni la obligación de saber música; simplemente escucha lo que le ponen en la radio. Este último punto me hace reflexionar sobre el intento de los medios para ser incluyentes con los materiales que nuestro país propone, no como obligación sino como la misión propia de un eslabón que da continuidad a un trabajo realizado con la más alta de las expectativas cualitativas y cuantitativas…”.
“Chilo” dejó grabado su legado musical, su trompeta abrió puertas infranqueables, vinculó a la UNAM con el jazz, acompañó a muchos interpretes, reinventó el catálogo clásico de la música mexicana y, por si todo esto fuera poco, dejó a Pepe, su hijo, como muestra viva de que el jazz es prolongación genética que no morirá.
A los 68 años de edad, el jueves 8 de abril de 1999, a las 3:15 de la mañana, víctima de la diabetes dejó de existir en la ciudad de México uno de los más dignos y talentosos padres del jazz en México. Como a muchos otros, pueblo y gobierno sinaloenses le adeudan el justo reconocimiento a su talento y legado (Semblanza incluida en el libro La Patria Íntima/Todos Somos Sinaloa de Mario Martini)
Fuente: http://latalacha.com.mx/2010/06/cecilio-%E2%80%9Cchilo%E2%80%9D-moran-arroyo/
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