Generalmente, cuando se habla de la historia del rock nacional, las nuevas generaciones empiezan a contar desde la década de los 80, tal vez con el nacimiento del rock rupestre o de plano con el de Rock En Tu Idioma.
Una lástima, porque décadas atrás existieron discos que aún ahora suenan divertidos y arriesgados, incluso frescos.
Son también influencia no reconocida para la música moderna. Con The Mars Volta, por ejemplo, podemos escuchar reminiscencias de Bátiz y El Ritual. Tan sólo de los olvidados Gibson Boys se han inspirado las bandas rockabilly del nuevo siglo. Lo mismo Los Locos del Ritmo y otros pioneros, todos respetados por Lost Acapulco y otros surferos.
En México, el rock and roll “tuvo que abrirse paso entre toda la tradición musical existente entonces: danzones, boleros y chachachás”, según narra Teresa Estrada (Sirenas al Ataque) en su tesis Lenguaje e Identidad en el Rock Mexicano.
Fueron las grandes orquestas las que por vez primera tocaron rock and roll en nuestro país, entre ellas, la de Pablo Beltrán y Pepe Luis, Venus Rey, Luis Arcaraz, los hermanos Reyes, los Tex Mex y los Xochimilcas. Para 1957 Gloria Ríos y Erika Carlsson se convirtieron en las primeras roqueras.
Los primeros fanáticos fueron chicos de clase media y la alta burguesía. La mayoría tenía el dinero para comprar los discos importados de Bill Haley y Little Richard, e incluso algunos formaron sus propios grupos.
Muchas de estas primeras bandas tocaban los éxitos del rock en inglés, pero adaptados al español, por lo que rolas como ‘Jailhouse rock’ se convertían en ‘El rock de la cárcel’ mientras que ‘Tallahassee Lassie’ se transformaba en ‘Chica Alborotada’.
A principios de los 60, las disqueras que habían firmado a esos primeros grupos promocionaron sólo a los cantantes: César Costa salió de Las Camisas Negras, Enrique Guzmán de los Teen Tops y Johny Laboriel de los Rebeldes del Rock. “Quitaron de los intérpretes aquellos elementos que pudieran tener de rebeldes y los convirtieron en buenos y dóciles muchachos”, cuenta Tere Estrada.
Sin embargo, a finales de esa década llegó una nueva camada con Los Apson Boys, Javier Bátiz y Los Griegos, artistas venidos del norte que por su cercanía con la frontera se vieron influenciados por el folk y el country estadounidense.
Se volvió costumbre cantar en inglés y la tendencia hippie del “amor y paz” se adaptaría en México con los jipitecas. De tales transformaciones emergieron grupos como los Dug Dugs, Love Army y Peace & Love.
En 1971 se llevó a cabo el festival de Avándaro, que congregó a miles y que luego serviría de pretexto para atacar al rock. Llegó entonces una época oscurantista, pues según Estrada “gobierno, policía, Iglesia, padres de familia, industria cultural, toda la sociedad mexicana negó durante más de una década la existencia de este fenómeno”.
Con todo, en esas primeras décadas de historia se grabaron diversos vinilos, tal vez mal producidos y sin reconocimiento masivo, pero que hoy en día son documentos musicales dignos de descubrir, algunos de ellos, con verdaderas sorpresas a lo largo de sus surcos...
Fuente: Este texto lo tomé en su día allá por 2010, de la siguiente dirección del blog 'Rock and blog' de Rubén Castro: http://blogs.eluniversal.com.mx/weblogs_detalle11780.html?p_error=4#captura
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