17-Agosto-2008
El pop, soundtrack de una época
Marco Gonsen
“One, two, three, o’clock, four, o’clock rock!” El mundo ha bailado más de medio siglo al compás de este pop. El reloj comenzó su marcha con el paso de un astro el 9 de julio de 1955. Un joven de Michigan, William John Clifton Haley, vio con sorpresa cómo una canción suya, (We’re gonna) Rock around the clock, una mezcla rítmica de country y rhythm & blues, aparecía como el disco más vendido de la semana según una publicación especializada en espectáculos.
Y, al mismo tiempo, el “one, two, three” fue el arranque de un conteo que, 53 años después, reúne un total de mil canciones que, como aquella pionera, tienen en común haber encabezado al menos durante una semana la lista de popularidad de la sociedad industrial más poderosa del planeta: la única capaz de hacer sonar las mismas canciones en estaciones de radio de prácticamente todo el mundo. Un influjo al que nuestro país tampoco fue ajeno. Al compás del reloj, como se le conoció en México, duró ocho semanas encabezando la lista de los discos más vendidos y a partir de ahí ha tenido 999 sucesores, entre cuyos intérpretes figuran los máximos exponentes del género, desde Elvis Presley hasta Madonna, pasando por The Beatles, The Rolling Stones, The Doors, Blondie, Pink Floyd, The Police, Queen, David Bowie, Santana, U2 y Coldplay.
Todos ellos figuran en la misma legión que congrega a pioneros como Louis Armstrong, Ray Charles, The Platters, Paul Anka, Chubby Checker y Roy Orbison, a cronners al estilo de Frank Sinatra y Perry Como, y baladistas como Barry Manilow y Neil Diamond. Diana Ross and The Supremes, Stevie Wonder, Barry White, Roberta Flack, Lionel Richie, Tina Turner, Michael Jackson, Prince y Whitney Houston comparten honores con Elton John, Eric Clapton, Rod Stewart, Carole King, Billy Joel, Duran Duran, Eurythmics y Culture Club. Las listas semanales reflejaron el ánimo cambiante de la gente reflejada en la balada tipo The Carpenters y Christopher Cross, así como en el brillo de las esferas luminosas girando al ritmo de ABBA, Bee Gees, Earth, Wind & Fire, KC and the Sunshine Band, Lipps Inc, Donna Summer, Olivia Newton John, Gloria Gaynor y Chic.
Los gustos setenteros y ochenteros consignaron el encumbramiento de grupos de rock clásico como Chicago, Genesis, Eagles y America, y otros más cercanos al hard y al glam, como Joan Jett, Van Halen, Bon Jovi, Guns n’ Roses y Aerosmith. El pop predominante de Culture Club, Cindy Lauper, Foreigner, Tears for Fears, Bryan Adams, Huey Lewis, A-ha, Pet Shop Boys, Simply Red, INXS, Mariah Carey y UB40 no impidió que inscribieran su nombre en este salón de la fama músicos de culto como Yes, Genesis, Peter Gabriel y Steve Winwood. Alejado de los ideales románticos que inspiraron a los artistas de las décadas precedentes, los noventas y el principio del siglo han atestiguado el predominio del hip hop en las radiodifusoras y los barrios. 2Pac y Notorius B. I. G., murieron violentamente en la guerra territorial librada por raperos, y antecedieron al éxito que gozaron después Eminem, Puff Daddy, Snoop Dogg y el hoy actor Will Smith.
Todos ellos conviven con el pop ligero y femenino que emergió a finales de siglo con los debuts de Spice Girls, Britney Spears y Christina Aguilera, y continúa en nuestros días con Beyoncé Knowles, Nelly Furtado, Fergie y Rihanna. Esta lista de mil canciones concluye con el polémico sencillo I kissed a girl de la debutante Katy Perry, que comenzó su reinado el pasado sábado 5 de julio y lo concluyó justo el viernes 15 de agosto, tras siete semanas. Lo irónico es que la vocalista californiana ha apostado por una imagen pin up de colores pastel y neón, muy cercana a la de la década que vio surgir a las estrellas del rock and roll. Todo vuelve a su origen.
La música nunca fue ajena a la muy estadunidense afición de la estadística. El concepto hit parade comenzó a acuñarse en la década de los 30 y creció de la mano con el auge de la radio. Este medio de comunicación fue vital para difundir las creaciones que aliviaban en mucho el pesar de una sociedad conmocionada por la guerra y sus secuelas, y que encontró en los ritmos de entonces la evasión necesaria para bailar y soñar. Las grandes bandas, el jazz y el blues que trascendieron más allá de las comunidades negras dominaron el gusto de jóvenes y adultos antes de la irrupción del rock. Artistas hoy legendarios como Tony Bennet, Nat King Cole, Tommy Dorsey, Bing Crosby, Glen Miller, Ella Fitzgerald e incluso el cubano Dámaso Pérez Prado dieron ritmo y alegría a una sociedad necesitada de estridencia calculada, cursilería y romanticismo.
Hasta el Bésame Mucho de Consuelo Velázquez –en su versión sajona titulada Kiss me again, con Jimmy Dorsey– disputó la atención de los oídos estadunidenses, que de la misma forma agradecían la meliflua monotonía de las canciones navideñas. La revista Billboard tuvo su origen en la industria de los cartelones publicitarios (de la cual toma su nombre) e informaba preferentemente sobre espectáculos de circos, ferias y vodevil. Ahora especializada en la industria musical, publicó su primer hit parade el 4 de enero de 1936 y su primer Music Popularity Chart el 20 de julio de 1940. Además de las peticiones en la radio, una industria paralela servía para determinar el impacto de las canciones entre la gente: las jukebox (rocolas o sinfonolas), que por medio de una moneda activaban un mecanismo para reproducir el disco de vinil elegido. Una fórmula que increíblemente sobrevive aún en algunos restaurantes mexicanos, en plena era del iPod.
De hecho, la medición de la popularidad musical ha estado ligada indefectiblemente a la tecnología. Entre los años 50 y la primera mitad de los sesenta, las rocolas fueron determinantes en la popularidad del formato de disco de vinil de 45 rpm (los llamados “sencillos”), en el cual eran “lanzadas” las canciones que aspiraban a ser hits (incluido el lado “B”, que no siempre fue una canción de relleno que evitara opacar al lanzamiento principal). De hecho, en el momento en el que Bill Haley lanzó su “reloj”, Billboard publicaba tres listas a las que daba igual peso: los sencillos más vendido publicaba tres listas a las que daba igual peso: los sencillos más vendidos en tiendas (que fue la que encabezó Rock around the clock), las más tocadas por los pinchadiscos de la radio con base en las peticiones de la gente y las más reproducidas en las rocolas. A esas listas se añadió el 12 de noviembre de 1955 el Top 100, que pretendía resumir las tres anteriores. A partir del 4 de agosto de 1958, se comenzó a publicar el Hot 100, lista que a la fecha incluye a todos los géneros musicales y que es la considerada como el principal indicador de los sencillos más influyentes.
El formato de sencillo prácticamente sólo existió en los 80 y 90 en las emisiones radiales, y por tanto la única forma de medir su impacto fue por medio de los recuentos elaborados por las emisoras radiales. Recientemente, el single resurgió por otra innovación tecnológica: los mp3 y las descargas digitales, que en los principios de este siglo están minando al álbum-concepto. Y es que, con la apertura y auge de tiendas virtuales como iTunes, los consumidores de música pueden optar por comprar sólo las canciones de un álbum que les gusten y armar así sus propias listas de reproducción (playlists). De hecho, la mayor aceptación popular de los mp3 está llevando a la desaparición física de los discos, con lo cual otro arte paralelo, el diseño de portadas, está también en peligro de extinción. Y es que las enormes cubiertas de los long plays y los booklet de los CD han quedado reducidos a pequeñas imágenes pixeleadas con la suficiente memoria para ser reproducidas en la pantalla del iPod.
Así, la primera década del siglo XXI ha atestiguado el resurgimiento del sencillo y el término download ahora es sinónimo de ventas, en épocas en las que la piratería y la música bajada gratuitamente de manera ilegal dificultan una medición precisa de la popularidad. Otro factor que influye en la promoción de un tema –como lo ha demostrado recientemente la cantante Colby Caillat y su tema Bubbly– lo constituyen las páginas tipo myspace o el propio YouTube, con capacidad de registrar los millones de visitas que los fans pueden realizar para conocer su tema favorito. Llevar la etiqueta de número uno en la música se asemeja mucho a los premios de la Academia de Hollywood: hay grandes cineastas que jamás ganaron un Oscar ni siquiera honorario, y de muchas de las películas galardonadas no hay ni quien se acuerde de ellas. En el recuento de las mil canciones que han ocupado el primer lugar en la era del rock, de acuerdo con los criterios de Billboard, sobran las canciones que nunca llegaron al tope de la lista pero que con el tiempo se volvieron himnos que trascendieron a su momento (como el Y. M. C. A. de Village People o Smeel like teen spirit de Nirvana), y otras cuya fama no pasó de la semana que circunstancialmente se radiaron más en Estados Unidos que sus competidoras.
También está el caso de las célebres one hit wonders, éxitos de chiripada que sus autores jamás imaginaron y que difícilmente serían capaces de repetir: el austriaco Falco hizo bailar a media humanidad con su movido Rock me Amadeus, aunque no se supiera más de él, al igual que del canadiense Terry Jacks y sus Epocas de Sol, o de Toni Basil y su Mickey o Vanilla Ice y el Ice ice baby que hizo a muchos conocer la canción de Queen y David Bowie de la que tomó el sampleo. A otros exitos únicos les queda el consuelo del cover o de ciertas promociones inesperadas: Come on Eileen, de los británicos Dexys Midnight Runners, logró colarse a la lista de los mil justo entre dos monstruos de Michael Jackson, Beat it y Billie Jean; tiene una versión ska de Save Ferris y hoy vuelve a ser popular por ser el tema de los anuncios comerciales de la versión retro de conocido refresco de cola.
Al menos le fue mejor que a My Sharona, de The Knack, famosa hoy por estar entre las favoritas de George W. Bush, o a Nancy Sinatra, cuyas botas hechas para caminar sufrieron el remake de Jessica Simpson. Diversos como la sociedad estadunidense son los ánimos representados en las canciones que por una o varias semanas presumen de haber sido las más escuchadas: el religioso, como en la francesa Dominique (cantada en francés) y la enjundia patriótica militar enmarcada en la guerra de Vietnam (Ballad of the Green Berets, del sargento Barry Sadler). La corrección política también vende, como lo comprobaron las iniciativas ochenteras USA for Africa y That’s what friends are for, que unió a Elton John y Stevie Wonder en la búsqueda de fondos para apoyar a víctimas de la –en aquel entonces– naciente pandemia del sida.
Sin embargo, hasta donde el recuento concluye, y con las excepciones de rigor, las figuras que más han influido en la historia del rock and roll y el pop reflejan su predominio en el gusto popular también en los números. The Beatles son, a casi 40 años de su desaparición, el grupo que mayor cantidad de números uno ha tenido en la historia, con 20, y si bien Mariah Carey está a sólo dos hits de empatar esa marca, al menos el primer millar de lideresas indiscutibles hace justicia a la trascendencia del cuarteto de Liverpool (que ostentan, además, otro récord: son el único grupo cuyos integrantes, en su totalidad, han obtenido números uno como solistas). Como en todas las recopilaciones, ni están todas las que son, ni son todas las que están. Lo que sí es seguro es que, vista en conjunto, este compendio representa una suerte de salón de la fama de las canciones y los artistas más representativos e influyentes del arte pop de la última mitad del siglo.
Fuente: http://www.exonline .com.mx/XStatic/ excelsior/ template/ content.aspx? se=nota&id=321429